La Madrid
El origen de La Madrid se caracteriza por no tener un fundador, una fecha exacta de fundación ni acta fundacional. es el resultado de un proceso de formación espontánea que se vio facilitado exclusivamente por la presencia del ferrocarril. Los encargados de ubicar a La Madrid inserto en la línea del tiempo coincidieron en relacionarlo con el traslado de El Bañado. Pero si nos remitimos a los hechos y analizamos detenidamente los documentos de la época, irremediablemente se llega a la conclusión de que nuestro pueblo nace a la vera del desarrollo del trazado de las líneas férreas en la provincia.
Historia
La historia de la localidad de La Madrid tiene una relación muy estrecha con El Bañado, paraje situado aproximadamente a unos 3 kilómetros al noreste de la actual ubicación del pueblo, y donde se encuentra enclavado el cementerio local. En la década del 20 del siglo XIX los primeros habitantes de El Bañado eran de apellido Fernández, antepasados de don Ambrosio Fernández, abuelo de Hugo Fernández y de Marcelino Fernández. Tan es así que, al territorio comprendido entre las actuales vías férreas y hasta la localidad de Sol de Mayo, sin tocar la actual estancia de los Savino al norte y lo que hoy es el Boulevard Roca al sur se lo llamaba la "Comunidad de los Fernández". Con el paso del tiempo esa franja de terreno se fue parcelando, en coincidencia con la llegada de nuevos pobladores. Los memoriosos coinciden en afirmar que, arrancando desde la actual vía del ferrocarril (en dirección hacia el este), los dueños de esas parcelas fueron una familia de apellido Flores; a continuación estaban los terrenos pertenecientes a Mercedes Gómez (antepasados de la ex Comisionada Comunal Ana Mercedes Gómez), a la que le seguían las propiedades de Juan Suárez (hoy perteneciente a José Alderete), Ramón Alderete, Juan Vicente Fernández y Juan Pablo Fernández (hermano de este último). A continuación se ubicaba la parcela de los Jerez (padre de "Alico" Jerez), de los Morán y por último otra familia de apellido Jerez, (actualmente de los padres de Amaranto Jerez). A pesar de que se desconoce el nombre del propietario originario de estas tierras, se sabe que era don Mercedes Gómez el encargado de reunir el dinero para el pago de los impuestos en San Miguel de Tucumán. Hacia los inicios de la década del '40 del siglo XIX, a la altura de la propiedad de Juan Pablo Fernández se levanta la iglesia de El Bañado, edificio a dos aguas, construido con baldosones de ladrillo cocido, entrada angosta, con techo de chapa y arco para sostén del campanario (este último hoy inexistente). Allí se realizaban celebraciones religiosas para la grey católica, oficiadas por el cura párroco de la iglesia de Graneros, que a su vez pertenecía al Curato de Marapa. A posteriori, don Juan Vicente Fernández dona el terreno de su propiedad que se encontraba frente a la iglesia para que allí se haga la procesión en honor a la patrona del lugar, Nuestra Señora del Monte Carmelo o Virgen del Carmen como la conocemos habitualmente, hoy también patrona del pueblo de La Madrid, otro hecho en común que entrelaza a ambas comunidades. A ese lugar se lo conocía como "El limpio de El Bañado". De la iglesia, que todavía se conserva con grandes reminiscencias de las construcciones jesuitas, nacían dos caminos (también existentes en la actualidad): uno que se dirigía hacía el oeste y empalmaba a la altura de la actual ruta N° 157 con los caminos que llevaban hacia el sur (en dirección a lo que actualmente es Taco Ralo) y hacia el norte (a lo que hoy es Monteagudo); el otro camino vecinal se dirigía hacia el este y comunicaba el lugar con el paraje de Sol de Mayo, llegando hasta Termas de Río Hondo, no sin antes pasar por San Antonio de Quisca y Las Parritas. Los pobladores de El Bañado son quienes hacia la primera mitad del decenio de 1870, cuando la construcción del ferrocarril pasaba a esa altura en su desarrollo, venían a trabajar en el obrador ferroviario. Tarea reservada solo para algunos, ya que los ingleses de la empresa constructora tenían como política contratar la menor cantidad de criollos posible.
El cementerio de los Ingleses
Como toda gran obra, el ferrocarril en su construcción se fue cobrando vidas humanas. Los accidentes, y en algunos casos la muerte natural, sesgaron la vida de muchos de los operarios que trabajaban a diario en la construcción del trazado férreo. La incomodidad que representaba el traslado de los restos motivó que los mismos fueran sepultados en un predio acondicionado a tal fin, el cual se encontraba a unos quinientos metros del actual paso a nivel norte, entre el trazado de las vías del "noroeste" y del "central". La construcción estaba formada por pilares de cemento que delimitaban un espacio de 10 m de frente por 15 m de fondo, cerrado con dos tramos de rieles. Los criollos lo llamaban "El cementerio de los gringos". Testimonios de habitantes del pueblo que vivieron por esa época indican que hacia 1940 la estructura originaria se fue perdiendo. Se sacaron los rieles, el salitre hizo lo suyo con los pilares de ladrillo y material, y de a poco la vegetación fue cubriendo el predio hasta su desaparición. Nadie recuerda con exactitud el número de personas allí sepultadas, aunque algunos aseguran que supera ampliamente la decena.
La Conformación del pueblo
La construcción del ferrocarril perseguía un objetivo que no estaba ligado tan solo al incremento y desarrollo de la economía como se podía llegar a pensar, sino que veladamente pretendía también un fin netamente político: la consolidación de la organización nacional. La función primordial del ferrocarril era transportar, acortar distancias... Pero también debía unir, sobre todo poblaciones. Que por ese entonces eran inexistentes. Como que tamaña obra, con semejante inversión en lo que a costos se refiere y de los que se hizo cargo el gobierno nacional con mano de obra extranjera, no se justificaba a la luz de las carencias propias de un país todavía en crecimiento y formación. Se hacía necesario generar los elementos disparadores para lograr la conformación de nuevos pueblos, y el ferrocarril era la opción única, casi excluyente... Y no se la podía desaprovechar. Los ingenieros ingleses traían en mente (al diagramar la estructuración del ferrocarril), la idea de establecer una estación de trenes cada 15 o 20 kilómetros, siempre y cuando las condiciones del terreno así lo permitan. Esto se puede corroborar observando las distancias entre las diferentes estaciones distribuidas a lo largo del trazado. Se trabajaba arduamente, a un ritmo aproximado a los 500 m de rieles colocados por día, en tiempos en que la tecnología actual no estaba presente ni siquiera en sueños. La jornada laboral no estaba reglamentada por entonces, razón por la cual era más extensa que las convencionales de hoy en día. En un principio, los "criollos privilegiados" que trabajaban en la obra venían, cumplían con su trabajo y se volvían a altas horas de la noche a sus casas, donde vivían con sus padres. A medida que avanzaba el trazado, (y por una cuestión de comodidad), se fueron afincando en el lugar, en las cercanías de donde las vías del tren prácticamente herían el suelo y se insertaban en él. Muy cerca de donde se había determinado que estaría ubicada la estación de trenes, una verdadera joya arquitectónica, donde prevalece como materia prima la chapa y la madera, para darle forma a una típica construcción del estilo inglés. Ello trajo como consecuencia, (tal cual ya se expresara precedentemente), la llegada al lugar provenientes de parajes vecinos de los primeros comerciantes con el propósito de desarrollar su actividad, ante la demanda de los operarios que trabajaban en el ferrocarril. Tal es el caso de la familia Rivadeneira, abuelos de Agustín (Agucho) Rivadeneira, que con el tiempo se instalaron frente de lo que hoy es la Comuna Rural. Tanto a unos como a otros (operarios o comerciantes), les resultaba más cómodo instalarse en el lugar que ir y venir (desde y hacia) sus lugares de residencia. Sin lugar a dudas, este hecho constituye uno de los puntos de partida de la conformación del pueblo. Aunque a decir verdad quienes determinaron el lugar donde se levantaría la población fueron los ingleses, al decidir el lugar donde se ubicaría la estación de trenes. Por ese entonces el ferrocarril era sinónimo de progreso, y era totalmente lógico que todo girara alrededor de el. Y a ese punto los europeos lo conocía a la perfección. Al influjo de las circunstancias narradas, de a poco, La Madrid iba tomando forma. Según relata don Manuel García Fernández en su diario de viaje, hacia 1875, fecha en la que llega al pueblo proveniente de Córdoba (con destino a Perú), La Madrid contaba con 8 precarias casas. Muchas de ellas construidas con madera como materia prima. La tendencia en materia de construcción se mantuvo y, con el tiempo, la mayoría de las casas fueron construidas con madera. Las fabricaba un señor llamado Luis Gómez, que vivía en el extremo sur del pueblo, en las inmediaciones de lo que actualmente es el paso a nivel de la avenida Alberdi. Como dato de color se puede decir que el señor Gómez, carpintero de profesión, nunca tuvo casa de madera. El resto de las viviendas eran ranchos de construcción precaria. En el casco céntrico la única casa de material era la (ya mencionada vivienda) de don Juan Rivadeneira. Con el paso del tiempo y el advenimiento del progreso, las casas de madera fueron desapareciendo, siendo reemplazadas por las de material, no obstante lo nocivo que resulta para para ellas el accionar destructivo del salitre, característico de la zona. El último vestigio de esas construcciones de madera en el casco céntrico (que se mantuvo hasta el año 1992) lo representó la vivienda ubicada sobre calle Avellaneda, frente a la plaza principal, perteneciente a don Segundo Brito. Luego fue adquirida por don Ricardo Chanta y funcionó allí una Unidad Básica Justicialista. En la actualidad en ese lugar se levanta la vivienda del actual Juez de Paz de Arboles Grandes, profesor Néstor Ortiz.
El primer signo de urbanización
Ya con el pueblo definitivamente consolidado en sus inicios, la visión futurista del doctor Figueroa, (abogado radicado en San Miguel de Tucumán), lo llevó a adquirir la franja de terreno que se encuentra hoy comprendida entre el río Marapa al sur, el arroyo El Chileno al norte y las calles Presidente Perón al oeste y 25 de Mayo al este, paralelo al trazado de las vías del ferrocarril. Una amplia franja de terreno que, por su ubicación y por el hecho de ser las primeras tierras escrituradas en la localidad, se convirtió rápidamente en "vendible". Un ciudadano de apellido Córdoba (en la actual esquina de Presidente Perón y Boulevard Roca), Juan Vicente Fernández, Salvador Estequín y Lorenzo Fernández se cuentan entre los primeros compradores. El pueblo comenzaba a tomar el aspecto de tal. A las "casas largas" que los ingleses construyeron con el típico estilo que los caracterizaba para instalar allí las oficinas de administración de la obra, de a poco, se le iban sumando otras construcciones urbanas, las que progresivamente le fueron dando forma definitiva a una población en alza por la promesa de constante desarrollo que representaba la presencia del ferrocarril. Así nacía La Madrid, un pueblo con rostro de paz y hospitalidad, y con gestos de amistad... Una población que con el tiempo se convirtió en un icono de la zona, muy a pesar del olvido al que la sometieron muchos de sus gobernantes... Paradójicamente, hijos dilectos de La Madrid misma. Otros no tanto... Aunque el hecho de no ser nativos no justifique tanta desidia.
Los baños termales *
Aunque por debajo de la calidad de las aguas de Termas de Río Hondo, y casi en un mismo nivel que las de Taco Ralo, La Madrid ofrece a sus habitantes y/o ocasionales visitantes aguas de características mesotermales, alcalinas, bicarbonatadas, silicatadas y sulfatadas, de mineralización media; con radioactividad 0,880 milicloruros por litro; con metales raros como vanadio, litio, rubidio y selenio, muy recomendables para uso terapéutico. Una característica distintiva de estas aguas es que pueden llegar a alcanzar los 50°C, haciéndolas muy aconsejables para los baños de inmersión a temperaturas que varían entre los 36°C y los 41°C, pudiéndose destacar las bondades curativas y tonificantes de las mismas para el ser humano, en especial los de avanzada edad.
* Nota de Tucutur: Las instalaciones ya no están habilitadas.
La Plaza Congreso de Tucumán
Enmarcada por las calles Avellaneda, 25 de Mayo, Sarmiento y Urquiza, no se encuentra en el centro exacto de la población como ocurre en otras ciudades, donde el ejido urbano se dispone concéntrico a la ubicación de la misma. En La Madrid, solo encontramos dos manzanas cubiertas por viviendas hacia el norte y otras dos hacia el oeste, extendiéndose el resto de la población hacia el sur y el este del paseo.
El Festival de la Feria Franca
Su primera edición se celebra el 16 de Julio de 1987, por iniciativa del entonces Delegado Comunal don Ricardo Chanta. Hasta el año 1995 se lleva a cabo la novena edición, para hacer un paréntesis de 8 años que coincide con los dos primeros gobiernos elegidos por el voto popular (de los hermanos Manuel y Silenio Caínzo), para retornar con su música y sus tradiciones en el año 2004, gestión de la Comisionada Comunal Ana Mercedes Gómez. En el presente año se llevó a cabo la XXI Edición ante un marco numeroso de madrileños y visitantes que poblaron los alrededores del escenario "Luciano Brito", que albergó artistas locales, provinciales y de renombre nacional e internacional como los Cantores del Alba y Los del Río por ejemplo. Los "ranchos" acondicionados para la ocasión, la tradición, las comidas y los trajes típicos, el folclore y el acervo cultural del noroeste argentino dicen presente en un evento que concita el interés de todo un pueblo que, con avidez mayúscula, espera cada año una nueva edición de su Festival de la Feria Franca, declarado de interés provincial por el Superior Gobierno de la Provincia.
El balneario
Curiosamente ostenta el triste récord de ser la última obra del gobierno de don Amado Nicomedes Juri antes del golpe militar del '76, ya que fue inaugurado el día 23 de Marzo de 1976, 24 horas antes de que ineficiencia vestida de verde oliva se hiciera cargo (desgraciadamente) de los destinos de la provincia. Construido en un estratégico predio de 73,10 metros de fondo por 51 metros de frente sobre las márgenes sur del río Marapa, y a metros de la ruta nacional N° 157, consta de una galería techada de 10,85 x 11,15 metros, un amplio salón para bar, vivienda para el casero, baños y vestuarios para varones y mujeres, una cancha de básquet/voley y hasta pileta de natación con aguas termales de 12,10 metros de ancho por 25,10 metros de largo, con una profundidad de 1,70 en su parte más honda y 1,30 metros en el sector mas "playo".Tamañas características llevan a pensar que se trata de una estructura que funciona las 24 horas del día. Sin embargo la desidia gubernamental de años lo llevó a convertirse en un lugar desolado, cubierto de yuyos y matorrales, sumido en el abandono total. Con cada gobierno que asume nace la esperanza de su reactivación, esperanza esta que parece lejos de concretarse.
La pasarela del ferrocarril
Construida en hierro y madera, con coberturas de tela metálica a sus laterales en el paseo principal sostenida por 21 arcos de caños metálicos, consta de una doble escalera en cada extremo, con un descanso intermedio de 1,20 por 1,55 metros, entre 12 escalones hacia abajo y 14 escalones hacia arriba respectivamente. Su estructura principal atraviesa a 5,25 metros de altura todo el ancho de la playa de trenes, por encima de las 7 vías de la misma.
El puente negro
Trabajado enteramente en hierro, se asienta sobre 6 pilotes de material de 2 metros de diámetro y consta de 5 tramos que lo convierten en una inmensa "mole negra" (de allí su nombre) que cruza a lo ancho el río Marapa, con una senda peatonal con barandas laterales sobre el costado que da hacia el oeste para ser utilizada por sus eventuales transeúntes.
La estación de trenes
Fue declarada dentro de los Bienes del Patrimonio Cultural de la provincia de Tucumán, a través de la Ley N° 7535 del día 15/03/2006 por la Honorable Legislatura de la Provincia. La entrega del ferrocarril a manos privadas la condenó a una soledad casi absoluta. Hoy en día es muy raro encontrar movimiento en ella, teniendo en cuenta que es transitada casi exclusivamente por los cuatro empleados del ferrocarril a razón de a uno por turno.
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